Francisco, el Papa del Cambio Climático, los Marginados y el Progreso, muere a los 88 años

Francisco, el primer papa latinoamericano y jesuita en ocupar el trono de Pedro, falleció el lunes a los 88 años en su residencia del Vaticano.

Francisco, el Papa del Cambio Climático, los Marginados y el Progreso, muere a los 88 años

Francisco, el primer papa latinoamericano y jesuita en ocupar el trono de Pedro, falleció el lunes a los 88 años en su residencia del Vaticano.
Pope Francis, Saint Peter's Square

ANUNCIO

ANUNCIO

Su muerte marca el final de una década de liderazgo pastoral que desafiaba las convenciones del catolicismo contemporáneo y que colocó al Vaticano —por momentos— en el centro de las luchas del siglo XXI: la crisis climática, los derechos de las personas LGBTQ+ y la pobreza global.

La causa oficial de su muerte fue un ictus cerebral fulminante, según confirmó el portavoz del Vaticano.

El pontífice había experimentado un deterioro notable de salud desde finales de 2024, tras una larga hospitalización por neumonía.

Desde su elección en 2013, Jorge Mario Bergoglio —el cardenal argentino que eligió llamarse Francisco en honor a San Francisco de Asís, el santo de la ecología— transformó no sólo la imagen del papado, sino también el lenguaje moral de la Iglesia.

En lugar de priorizar debates doctrinales, su mirada se volvió hacia las heridas del mundo moderno.

En 2015, el papa Francisco sacudió los cimientos de la diplomacia internacional y la teología católica con Laudato si’, una encíclica sin precedentes dedicada al cambio climático y la “casa común” de la humanidad.

El documento, que calificaba la degradación ambiental como un pecado moral y estructural, inspiró a millones —creyentes y no creyentes— y fue citado por científicos, activistas y jefes de Estado en conferencias de la ONU y protestas climáticas alrededor del mundo.

“Nos está matando este sistema globalizado que privilegia el consumo desmedido y la explotación sin medida”, escribió.

En un Vaticano históricamente reacio a la política internacional, Francisco posicionó al papado como un actor ambiental de peso, dialogando incluso con líderes como Barack Obama, Greta Thunberg y António Guterres.

Su visión ecológica se extendió a la protección de los pueblos indígenas y al llamado a descolonizar las políticas de conservación.

En el Sínodo para la Amazonía, Francisco escuchó directamente a comunidades del Sur Global, desafiando a quienes aún defendían una visión eurocéntrica de la Iglesia.

En 2013, pocos meses después de su elección, una frase lo catapultó a la controversia y la esperanza: “Si una persona es gay y busca al Señor con buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?”.

Pronunciadas en un vuelo papal, esas palabras rompieron con décadas de retórica condenatoria.

Aunque Francisco nunca llegó a modificar la doctrina oficial sobre la homosexualidad, permitió —en 2023— la bendición de parejas del mismo sexo bajo ciertas condiciones, un giro teológico que abrió grietas profundas entre obispos progresistas y sectores ultraconservadores.

En América Latina y África, donde el catolicismo aún conserva un papel de fuerte influencia cultural, su liderazgo fue ambiguo pero provocador.

Condenó la criminalización de la homosexualidad como “pecado y crimen” y denunció el uso político del dogma para oprimir.

“Quiso acercarse a quienes siempre estuvieron en la periferia de la Iglesia”, dijo la teóloga argentina Emilce Cuda, una de sus colaboradoras cercanas.

“Sabía que su voz podía cambiar no leyes, pero sí corazones.”

Sus reformas no estuvieron exentas de tensiones. Mientras luchaba por limpiar las finanzas del Vaticano y descentralizar el poder curial, enfrentó resistencia interna.

Su enfoque dialogante a veces fue interpretado como tibieza, y su llamado a la misericordia fue desafiado por cardenales conservadores que lo acusaban de diluir la doctrina.

Sin embargo, en un mundo de polarización política y desafección religiosa, Francisco logró sostener una popularidad global inusual.

Fue recibido en la Casa Blanca y en barrios pobres de Nairobi; oró en Auschwitz y abrazó a migrantes rescatados en el Mediterráneo.

Fue, más que un líder religioso, una figura cultural.

Con su muerte, el Vaticano entra en sede vacante. Los cardenales del mundo se preparan para un cónclave que, más allá de la elección del próximo pontífice, decidirá el destino ideológico de la Iglesia: entre la continuidad de su apertura y una posible restauración conservadora.

Para muchos, Francisco no fue un reformador doctrinal, sino un revolucionario moral. Un papa que hablaba de “ecología integral” cuando otros aún negaban el calentamiento global.

Que caminó entre villas miserias en Buenos Aires y llamó a una “Iglesia pobre para los pobres”.Y aunque su papado termina, sus preguntas quedan. ¿Puede la Iglesia ser un actor del cambio climático? ¿Puede bendecir sin juzgar? ¿Puede, en pleno siglo XXI, ser puente y no muro?Francisco no respondió a todo. Pero abrió puertas que tal vez ya no se puedan cerrar.


Descubre más desde El Ambientalista Post

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

ANUNCIO

Deja un comentario

ANUNCIO

Descubre más desde El Ambientalista Post

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo