La fiesta contaminada: globos que amenazan la salud, el aire y los océanos

Una vez lanzados, los globos no desaparecen rápido. Al contrario, persisten años en el ambiente. Los globos de poliuretano (los metalizados) pueden tardar hasta 450 años en degradarse, y los de látex natural, entre meses y varios años según el medio.

La fiesta contaminada: globos que amenazan la salud, el aire y los océanos

Una vez lanzados, los globos no desaparecen rápido. Al contrario, persisten años en el ambiente. Los globos de poliuretano (los metalizados) pueden tardar hasta 450 años en degradarse, y los de látex natural, entre meses y varios años según el medio.

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Las sueltas de globos coloridos suelen verse como gestos festivos inofensivos, pero expertos ambientales advierten de su cara oscura. En pleno auge mundial, el mercado de los globos de celebración vale miles de millones de dólares; en 2022 se estimó en USD 1,8 mil millones y podría superar los 2,5 mil para 2031.

De hecho, un estudio reciente calcula que ya alcanzó USD 1.850 millones en 2024 y podría rondar los 3.400 millones para 2033. Este crecimiento obedece a la alta demanda en bodas, cumpleaños, graduaciones y hasta campañas publicitarias: los globos son “parte integral de la decoración de fiestas” en cumpleaños, bodas o eventos corporativos.

La industria ofrece globos de látex (baratos y biodegradables) y metalizados de poliéster/foil (más duraderos). Sin embargo, bajo el brillo festivo crece la preocupación por el costo ambiental de estas “decoraciones voladoras”.

Los globos concentran compuestos nocivos. Por un lado, las impresiones y tintes liberan compuestos orgánicos volátiles (COV). Estudios detectan en globos de látex sustancias peligrosas como benceno y hexanal, vinculadas a cáncer y alteraciones hormonales.

Estos COV, al mezclarse con óxidos de nitrógeno, pueden formar ozono troposférico, un contaminante dañino para la salud humana. Además, el propio látex natural requiere aditivos químicos en su fabricación.

Durante el proceso se agregan aceleradores de reacción, agentes vulcanizantes y antioxidantes al caucho natural. Según investigaciones, estas sustancias provocan reacciones alérgicas graves en personas sensibles (desde urticaria y rinoconjuntivitis hasta asma o anafilaxia).

El riesgo aumenta si se inflan los globos con la boca: el contacto directo con la mucosa oral multiplica la exposición a esos químicos, como alertan dermatólogos. Así, la “inocente” fiesta puede convertirse en fuente de irritación respiratoria, erupciones y otras consecuencias sanitarias.

Una vez lanzados, los globos no desaparecen rápido. Al contrario, persisten años en el ambiente. Los globos de poliuretano (los metalizados) pueden tardar hasta 450 años en degradarse, y los de látex natural, entre meses y varios años según el medio.

Aunque el látex es “biodegradable”, estudios indican que en aire tarda unos pocos meses y en agua hasta años en romperse completamente.

Durante ese proceso liberan fragmentos que terminan en la tierra y en los océanos. Gran parte de estos fragmentos se transforman en microplásticos y nanoplásticos: partículas diminutas que persisten y bioacumulan en los ecosistemas. La lenta degradación explica por qué ONG advierten que aún globos marcados como “biodegradables” pueden ser tragados por animales antes de descomponerse por completo. En suma, cada globo lanzado añade carga de plástico a nuestro medio y deja un legado de contaminación de larga duración.

Muchos animales confunden los globos con alimento o se enredan en sus hilos. Por ejemplo, aves marinas sufren altísima mortalidad: un estudio australiano halló que los globos y sus fragmentos causan alrededor del 42% de las muertes por ingestión de basura en aves marinas, pese a representar solo el 2% del plástico ingerido. Ingerir un globo aumenta la probabilidad de muerte en 32 veces comparado con otros plásticos rígidos

. Las aves tragaban globos creyéndolos medusas o peces pequeños, y estos obstruían su tracto digestivo. Asimismo, tortugas marinas y peces ingieren globos flotantes.

La NOAA (Agencia Oceánica de EE. UU.) advierte que tortugas, aves y otros animales “confunden los globos con comida”, sufriendo asfixia o lesiones internas. En 2017, por ejemplo, dos buzos del sur de California rescataron una tortuga boba (Caretta caretta) con cables de globo enredados en aletas y caparazón, que le impedían nadar.

No solo la fauna marina está en riesgo. El ganado y la vida silvestre terrestre también resultan damnificados: vacas, venados y otros animales pueden comer pedazos de globos y ahogarse, o enredarse en las cuerdas y estrangularse.

En Texas un ranchero describió cómo encontró ciervos con heridas provocadas por globos de nylon en su terreno. En resumen, los animales domésticos y silvestres confunden con frecuencia los globos con alimento o se ven atrapados en ellos, lo que provoca lesiones graves y muertes evitables.

Ante estas evidencias, distintos gobiernos y ciudades han prohibido o regulado la suelta de globos. Entre los casos más recientes destacan:

Florida (EE.UU.): desde el 1 de julio de 2024 entró en vigor la ley HB 321, que prohíbe liberar globos intencionalmente en cualquier cantidad. Cualquier infractor puede ser multado (hasta 150 USD por globo) y no hay límite en el número de sanciones por persona.

La ley elimina exenciones previas (incluido el supuesto uso de globos “biodegradables”) y destinaba las multas a un fondo de residuos sólidos. Esta norma federal da protección especial a tortugas marinas y aves (exceptuando niños menores de seis años), como parte de los esfuerzos estatales por reducir la basura plástica en playas. Organizaciones ambientalistas aplaudieron la medida: Hunter Miller (Oceana) destacó que los globos son “la forma más letal de desechos plásticos para las aves marinas” y que esta ley ayudará a “salvar animales oceánicos” de muertes prevenibles.

Otros estados de EE. UU.: al menos California, Connecticut, Tennessee y Virginia han prohibido o restringido la suelta de globos, reconociendo sus impactos ambientales. Ciudades específicas, como Galveston (Texas), ya aprobaban ordenanzas locales que vetan estas prácticas.

En Texas se ha promovido incluso legislación similar (aunque un proyecto de 2023 quedó en trámite) y activistas locales instan a prohibirlo; por ejemplo, un tejano alzó su voz tras el caso del venado herido, sugiriendo liberar mariposas o plantar árboles en lugar de globos.

Ciudad de México (México): la legislación local contra plásticos de un solo uso incluyó en 2021 la prohibición de vender y distribuir globos y cañas plásticas para globos en todo el Distrito Federal.

Esto abarca globos de látex con varillas de plástico, siguiendo el principio de evitar cualquier plástico de un solo uso. La Sedema de CDMX ha clausurado comercios que incumplen esta norma, enfatizando la responsabilidad de evitar desechos dañinos.

Internacional: países de Europa y Oceanía también avanzan. Varias regiones de Reino Unido y Australia están impulsando prohibiciones o campañas públicas contra la suelta de globos.

ONG ambientales en esas zonas promueven la concienciación, citando estudios similares a los de Oceanía y EE. UU. En general, la tendencia global es legislar contra los globos como residuo marino (Japón y Holanda contemplan medidas similares).

Los expertos coinciden en que los globos representan un riesgo evitable. El Servicio Nacional Oceánico de EE. UU. registra rutinariamente globos y trozos de globos entre los desechos más comunes en limpiezas de playas.

ONG como Oceana enfatizan su peligrosidad: Hunter Miller dijo que los globos son “entre los plásticos oceánicos más mortíferos para la fauna” y urgió a legislar para evitar víctimas. Investigadores marinos coinciden: Lauren Roman (Universidad de Tasmania) observó que ingerir un globo es 32 veces más letal para un ave marina que cualquier otro fragmento plástico.

Activistas llevan el mensaje a la calle y redes. El biólogo marino Víctor Hugo Durán (Surfrider México) muestra en video restos de globos rescatados del mar; el activista Héctor Varela ha compartido cómo recolecta globos flotantes en la costa para “alertar sobre los peligros” que representan para la vida marina.

Otros colectivos urbanos organizan limpiezas de playas y campañas informativas, invitando a sustituir la tradicional suelta de globos por alternativas sostenibles (liberación de mariposas, globos biodegradables sin hilos, etc.).

La recomendación unánime: preguntarnos si vale la pena usar globos cuando existen decoraciones no contaminantes. Como concluye un reportaje, “en tiempos de crisis ambiental global, incluso decisiones pequeñas cuentan”. La próxima vez que celebremos, quizá sea mejor buscar otra forma de elevar el festejo… sin elevar la contaminación.


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