Hace apenas 18 meses, los titulares advertían sobre el «Día Cero» en la Ciudad de México. El Sistema Cutzamala, un coloso de ingeniería que sacia la sed de más de 20 millones de personas, agonizaba con sus presas a un histórico 26% de capacidad, víctima de una sequía prolongada y brutal.
Hoy, en noviembre de 2025, esas mismas presas están desbordadas. Tras una temporada de lluvias torrenciales y anómalas, el sistema supera el 95% de su capacidad, su mejor nivel en una década.
Este «latigazo hídrico» —la violenta oscilación entre la sed extrema y la inundación— es la nueva realidad climática de México. No es un evento aislado; es el síntoma de una inestabilidad planetaria que define la tensa marcha hacia la 30ª Conferencia de las Partes (COP30) en Belém, Brasil.
Mientras la capital aprende a gestionar la abundancia después de temer la escasez, en la costa de Tabasco, el Golfo de México continúa su avance implacable, devorando la tierra bajo la comunidad de El Bosque. Sus habitantes, ahora reubicados, se han convertido en los primeros desplazados climáticos oficialmente reconocidos del país.
Atrapado entre extremos, México llega a la «COP de la Selva» como un poderoso arquetipo del Sur Global: una nación simultáneamente víctima, perpetradora y profundamente vulnerable, que se prepara para un ajuste de cuentas financiero sobre quién debe pagar por este caos.
El Paradigma de la Contradicción
En el escenario global, México presenta un rostro contradictorio. Por un lado, su vulnerabilidad es extrema. El Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) ha sido claro: más del 68% del territorio y casi el 60% de la población son altamente vulnerables a los impactos de la crisis.
El caso de estudio sigue siendo el Huracán Otis. Su escalada de tormenta tropical a un catastrófico Categoría 5 en menos de 12 horas en 2023 —un evento que los científicos han validado como imposible sin las temperaturas oceánicas anormalmente cálidas (superiores a 30°C) provocadas por el calentamiento global— no fue una advertencia. Fue una sentencia. El costo de reconstrucción, que supera los 16 mil millones de dólares, es una fracción de la factura de «Pérdidas y Daños» que el país enfrenta.
Por otro lado, la economía nacional sigue profundamente anclada en los combustibles fósiles. A pesar de los compromisos internacionales, la política energética ha priorizado el fortalecimiento de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la construcción de la nueva refinería de Dos Bocas.
«Es una esquizofrenia climática», comenta un analista de política energética en la Ciudad de México. «México exige acción en foros internacionales mientras subsidia la fuente del problema en casa. Esta contradicción no es única; refleja la trampa del desarrollo del Sur Global: ¿cómo financiar una transición verde sin los ingresos de los recursos que causan el desastre?».
El Desplazamiento Tiene Nombre: El Bosque
Donde la política duda, la física climática no lo hace. El concepto de «desplazamiento climático» ha dejado de ser una proyección teórica para convertirse en un expediente administrativo.
El caso de El Bosque (Tabasco) es el precedente nacional. Tras años de ver cómo el mar se tragaba sus casas, la escuela y el cementerio, la comunidad logró lo que parecía imposible: el reconocimiento oficial.
Validaciones recientes confirman que el gobierno federal actuó. A finales de 2024, las autoridades entregaron las primeras 51 viviendas en un nuevo asentamiento en Frontera, Tabasco, reconociendo formalmente a sus habitantes como la primera comunidad de desplazados climáticos del país que recibe reubicación estatal.
El Bosque es solo la punta de lanza. El Banco Mundial mantiene su proyección de que, sin acción radical, hasta 1.7 millones de mexicanos podrían ser desplazados internamente por causas climáticas para 2050, principalmente por la desertificación que ya expulsa silenciosamente a agricultores en Zacatecas, Oaxaca y Chihuahua.
Las Juventudes: Del Cartel al Tribunal
Frente a esta realidad, las juventudes mexicanas han mutado su estrategia. La «eco-ansiedad» se ha canalizado en acción legal.
Ya no se trata solo de las marchas de «Viernes por el Futuro»; ahora se trata de «litigio climático». En un caso histórico, jóvenes activistas llevaron al gobierno a juicio y ganaron. Un tribunal federal ordenó al Estado mexicano endurecer sus metas de reducción de emisiones (conocidas como NDCs), argumentando que la tibieza de los objetivos violaba el derecho constitucional de la juventud a un medio ambiente sano.
«No estamos pidiendo favores, estamos exigiendo nuestro futuro», afirmó una activista durante una audiencia. «La generación de nuestros padres construyó su prosperidad hipotecando nuestro clima. La factura llegó y debe pagarse».
Belém: El Ajuste de Cuentas Financiero
Esta compleja realidad mexicana es el telón de fondo para la COP30 en Belém. La elección de la sede, en la boca del Amazonas, es profundamente simbólica. Brasil, como anfitrión, ha posicionado la cumbre no solo como la «COP de la Selva», sino como la «COP del Sur Global».
El tema central no será la mitigación. Será el dinero.
El mundo en desarrollo llega a Brasil con el amargo recuerdo de la promesa rota de los 100 mil millones de dólares anuales en financiamiento climático, prometidos por el Norte en 2009, que llegaron tarde, mal y, en su mayoría, como préstamos que engrosan la deuda.
En Belém, esa cifra será reemplazada por el Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado sobre Finanzas (NCQG). Las naciones del Sur, México y Brasil entre ellas, son claras: la cifra necesaria no está en los miles de millones, sino en los billones.
El debate se centrará en tres ejes:
1. Justicia y Deuda Histórica: El argumento de que los contaminadores históricos (el Norte industrializado) deben pagar por los daños que causaron.
2. Capitalización de Pérdidas y Daños: El fondo de «Loss & Damage», un logro diplomático en COP27, fue activado en COP28 con 700 millones de dólares. El Sur Global considera esta cifra un «insulto simbólico» frente a los billones en daños reales (solo Otis costó 20 veces esa cantidad).
3. Reforma de la Arquitectura Financiera: Brasil lidera la presión para reformar el Banco Mundial y el FMI, buscando mecanismos como la condonación de deuda a cambio de acción climática, para liberar el espacio fiscal que las naciones vulnerables necesitan desesperadamente para adaptarse.
Cuando los delegados aterricen en Belém en noviembre, la presión será absoluta. Para los jóvenes de la Ciudad de México que experimentan el latigazo hídrico, y para los reubicados de El Bosque que perdieron su pasado, la COP30 no es una negociación abstracta. Es la línea del frente en una batalla por la supervivencia, donde el Sur Global ha decidido que ya no aceptará promesas como pago.
Es jefe de la oficina de El Ambientalista Post en México y dirige el sitio a nivel internacional. Cubre temas de política, defensa del territorio y ciencia. Cuenta con una carrera técnica en Conservación del medio ambiente por el CONALEP, actualmente estudio la Ingeniería ambiental en el Tecnológico Nacional de México.
Sobre su experiencia
Fue coordinador de Comunicación y Difusión de Viernes por el Futuro México. Colaboró con Al Poniente.
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