Por miedo. Por cansancio. Por la ausencia del Estado. Esas son las razones detrás del cierre definitivo del Santuario Ostok, uno de los espacios más emblemáticos en México para el rescate y rehabilitación de fauna silvestre, que hasta hace unas semanas albergaba a más de 700 animales en las afueras de Culiacán.
Durante una conferencia de prensa, Ernesto Zazueta Zazueta, presidente del santuario, explicó que la decisión fue tomada ante un entorno que calificó como “insostenible”, marcado por amenazas, inseguridad, falta de personal especializado y el abandono de autoridades ambientales como la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
“El miedo se ha vuelto parte de lo cotidiano. No conseguimos especialistas dispuestos a entrar a Culiacán ni insumos médicos. Así no se puede operar un santuario”, dijo.
El cierre implica también el traslado de todos los ejemplares a un nuevo refugio: el Bioparque Ostok El Encanto, en Mazatlán, donde se busca replicar el modelo de santuario pero bajo condiciones más seguras y con mayor respaldo institucional.
Entre los animales reubicados se encuentran Big Boy, un elefante rescatado del circo y convertido en emblema del santuario; varios grandes felinos como tigres, leones y jaguares; así como osos, monos, antílopes y aves exóticas. Sin embargo, 14 felinos permanecerán temporalmente en Culiacán debido a trámites pendientes con Profepa.
Uno de los casos más críticos fue el de Vireky, una elefanta que requería atención médica urgente.
Ningún experto quiso trasladarse a la ciudad para atenderla, lo que, según Zazueta, evidenció la gravedad de la situación.
El anuncio también marcó el regreso a Culiacán del entrenador de animales César Millán, quien expresó su apoyo al proyecto y a su fundador.
“Ayudar a un animal también es ayudar a un ser humano”, dijo Millán, quien no había pisado la capital sinaloense desde hace más de 30 años.
El Santuario Ostok fue fundado como una respuesta ética a las secuelas del tráfico ilegal de especies, el abandono animal y la explotación en circos.
Desde su creación, se convirtió en un referente nacional, operando sin fines de lucro, con un enfoque en el bienestar animal y la educación ambiental.
Por sus instalaciones han pasado ejemplares emblemáticos, como el hipopótamo Tyson, así como cocodrilos decomisados, aves tropicales y primates heridos por cazadores o abandonados por sus dueños. Muchos de ellos llegaron con secuelas físicas y emocionales irreversibles.
En los últimos años, el santuario comenzó a enfrentar obstáculos crecientes: desde recortes presupuestales hasta el retiro de apoyos oficiales. Pero fue la inseguridad lo que terminó por sepultar el proyecto en Culiacán.
Sinaloa vive una nueva fase de tensión y violencia derivada de la disputa interna entre facciones del Cártel de Sinaloa. Tras la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán, el cártel ha quedado dividido entre:
“Los Chapitos”, liderados por los hijos del Chapo, como Ovidio Guzmán, capturado en 2023 y extraditado a Estados Unidos.
“Los Mayos”, afines a Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los últimos capos históricos aún en libertad.
Ambos grupos pelean el control del negocio, de las rutas y del territorio, provocando enfrentamientos armados, bloqueos carreteros, extorsiones y un clima de zozobra que se extiende más allá del mundo criminal.
Organizaciones civiles, periodistas, ambientalistas y activistas han denunciado amenazas constantes y un ambiente de hostilidad creciente. En ese contexto, mantener abierto un santuario se volvió no solo inviable, sino peligroso.
Desde Mazatlán, Zazueta promete que Ostok no desaparece, solo se transforma. El nuevo parque, llamado Ostok El Encanto, será un espacio con mayor respaldo, vigilancia, seguridad jurídica y sanitaria, donde los animales puedan vivir dignamente, lejos de las balas y el abandono.
“Nuestro compromiso sigue firme. No renunciamos a nuestra misión, simplemente no podíamos seguir arriesgando la vida de los animales ni la de nuestro equipo”, concluyó.
El cierre del santuario en Culiacán es una herida abierta en el corazón de la conservación en México. Una señal de alerta sobre los límites del activismo en territorios donde las autoridades callan y el miedo manda.
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