Algunas de las especies más populares de las ciudades parecen estar perdiendo su vibrante colorido, y no solo las aves que vemos cubiertas de mugre.
Un estudio reciente, publicado este verano en la revista Landscape and Planning, analizó 547 especies de aves en China y encontró que las aves urbanas son, en promedio, más apagadas y oscuras que sus equivalentes rurales. Una conclusión similar surgió de un análisis de 59 estudios publicados en marzo en Biological Reviews: las aves en las ciudades tienden a tener plumajes menos brillantes, siendo los colores amarillos, naranjas y rojos los más afectados.
A menudo vemos a las aves de la ciudad cubiertas de polvo y suciedad, pero incluso si todas recibieran un buen baño, es probable que su plumaje no recupere el brillo de sus parientes rurales. La razón radica en cómo la contaminación, especialmente los metales pesados, interactúan con la melanina, un pigmento responsable de las tonalidades negras, marrones y grises de las plumas.
Estudios demuestran que la melanina se une a metales pesados como el plomo, lo que provoca que los compuestos tóxicos se acumulen más fácilmente en el plumaje de las aves más oscuras. Paradójicamente, esto podría representar una ventaja de supervivencia en entornos contaminados. “Cuanta más melanina acumula un ave, mejor puede secuestrar estos compuestos dañinos en sus plumas”, explicó Kevin McGraw, biólogo de la Universidad Estatal de Michigan que estudia los colores animales para comprender sus costos, beneficios y evolución.
La contaminación urbana también afecta los colores de las aves de otras maneras. Investigaciones revelan que los árboles de las ciudades almacenan menos carotenoides, pigmentos naturales que provienen de plantas, algas y hongos, en comparación con los árboles rurales. Los carotenoides son responsables de los colores brillantes en alimentos como los pimientos rojos y las zanahorias. Cuando las plantas tienen menos carotenoides, este déficit se propaga por la cadena alimentaria: las orugas que se alimentan de las hojas también carecen de estos pigmentos, y lo mismo ocurre con las aves que consumen esas orugas.
“Las aves no pueden sintetizar carotenoides, deben obtenerlos de su dieta”, señaló Kaspar Delhey, ornitólogo del Instituto Max Planck de Inteligencia Biológica en Alemania. Así como el consumo de alimentos ricos en carotenoides puede influir en la pigmentación de la piel humana, alimentarse de orugas ricas en estos pigmentos permite que las aves desarrollen plumas de colores amarillos, naranjas y rojos. “Si no consumen suficiente carotenoides, su plumaje no podrá adquirir esos tonos vibrantes”, añadió Delhey.
Este déficit de carotenoides podría explicar por qué los pinzones domésticos de Phoenix son menos rojos que sus contrapartes del desierto. En un estudio realizado por McGraw, el 74 % de las hembras de pinzón urbano no mostraban ninguna coloración basada en carotenoides, en comparación con solo el 48 % de las aves rurales.
De manera similar, un análisis de 23 estudios encontró que en toda Europa, los carboneros comunes, aves pequeñas con pechos amarillos brillantes gracias a los carotenoides, muestran plumajes más pálidos en las ciudades que en los bosques.
Para investigar si la palidez de los carboneros urbanos es consecuencia de su entorno o de factores genéticos, los investigadores intercambiaron polluelos de dos días entre nidos urbanos y rurales en Malmö, Suecia. Un año después, las aves criadas en la ciudad presentaban un amarillo menos intenso. “Es básicamente un reflejo de su dieta”, comentó Pablo Salmón, ornitólogo y autor principal del estudio.
Además, los carotenoides no solo afectan el color de las plumas; también tienen un papel clave en la regulación del sistema inmunológico. Las aves con deficiencia de estos pigmentos pueden ser menos saludables. Un estudio sobre verderones, visitantes frecuentes de los jardines, demostró que los individuos con colores más llamativos suelen estar en mejor forma física.
Las conexiones entre el color del plumaje y la salud de las aves son complejas, como apunta Delhey, y los investigadores apenas comienzan a desentrañar estas relaciones. Sin embargo, para científicos como Salmón, el desvanecimiento del color en las aves urbanas no es solo una cuestión estética: también puede ser una señal de advertencia de que el hábitat está perdiendo calidad. “Indica que el entorno podría ser menos adecuado para la vida”, concluyó Salmón.
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