Después de solo dos días de cónclave, el cardenal Robert Prevost emergió en el balcón de la Basílica de San Pedro como el primer papa estadounidense en la historia de la Iglesia Católica.
Eligió el nombre de León XIV y, con voz firme, habló en italiano y español, instando a la unidad global en tiempos de fragmentación.
Pero lo que parece una nueva era comienza marcada por claros contrastes. A diferencia de su antecesor, el carismático y progresista Francisco, León XIV ha dejado entrever un liderazgo más contenido y doctrinalmente ortodoxo, especialmente en cuestiones de derechos humanos, género, sexualidad y medio ambiente.
Su elección deja en claro una tensión persistente dentro del Vaticano: ¿debe la Iglesia adaptarse a los nuevos tiempos o reafirmar sus raíces?
Nacido en Chicago, hijo de madre peruana, León XIV encarna una doble ciudadanía cultural: la del hemisferio norte y la del sur global. Esta dualidad se refleja en su discurso, en sus silencios y en las prioridades que ha delineado para su pontificado.
Como cardenal en Perú, fue reconocido por su cercanía con las comunidades indígenas y los migrantes venezolanos. Sin embargo, su reciente ascenso ha puesto de relieve posturas más conservadoras, especialmente en temas que, durante la última década, definieron el carácter pastoral de la Iglesia bajo Francisco.
La postura del nuevo papa frente a la comunidad LGBTQ+ ha sido recibida con preocupación por sectores que esperaban una continuidad del enfoque inclusivo de Francisco.
En 2023, su antecesor permitió —bajo ciertas condiciones— la bendición de parejas del mismo sexo, una señal de apertura que resonó en parroquias y diócesis de todo el mundo.
León XIV, sin embargo, ha retomado un tono más doctrinal. Según documentos filtrados del cónclave, el nuevo pontífice considera que “la enseñanza moral de la Iglesia no puede estar sujeta a las modas del momento”.
Durante su labor como arzobispo en Perú, criticó lo que llamó “la banalización de la sexualidad humana” y denunció lo que veía como una presión mediática por alterar “los principios fundamentales del Evangelio”.
En África, donde muchas naciones aún criminalizan la homosexualidad, León ha justificado una cierta resistencia episcopal a las directrices vaticanas. “No se rechaza a Roma, pero nuestra realidad cultural impide su implementación”, dijo, en una declaración que ha sido interpretada por defensores de derechos humanos como una concesión peligrosa al statu quo.
En contraste, su postura sobre migración refleja más continuidad que ruptura. León XIV fue uno de los pocos altos prelados en América Latina que visitó repetidamente los centros de acogida para migrantes venezolanos en Lima, organizando campañas de asistencia humanitaria y promoviendo espacios litúrgicos inclusivos.
“La migración no es una amenaza; es una llamada al encuentro”, dijo durante su homilía de Pascua de 2023. Ahora, como jefe de Estado del Vaticano, se espera que esa convicción guíe su política exterior y pastoral.
Su nombramiento ha sido recibido con cauteloso optimismo por organizaciones que trabajan con personas desplazadas, que ven en él a un aliado silencioso.
Donde no hay sorpresas es en su rechazo a la ordenación sacerdotal de mujeres. Aunque reconoció “el papel indispensable de las mujeres en la vida eclesial”, León XIV advirtió que ordenar mujeres “no es la solución al problema de la desigualdad, y podría introducir nuevas formas de clericalismo”.
La declaración, emitida durante el Sínodo de 2023, fue una señal clara de que el nuevo papa no tiene intención de abrir el sacerdocio a las mujeres, pese a que Francisco había dado pasos simbólicos —como permitirles votar en los sínodos y nombrarlas en cargos de gobierno en el Vaticano.
“Es una desilusión”, dijo Sor Ana Lucía Moreno, teóloga colombiana. “Después de años de trabajo sin reconocimiento, se nos sigue pidiendo obediencia sin voz.”
Pese a su perfil conservador, el papa León XIV ha mantenido la bandera ambientalista que hizo de Francisco una voz global en la lucha contra la crisis climática.
En una intervención reciente durante un seminario internacional, afirmó que el deterioro ambiental “es un pecado estructural que golpea a los más pobres con mayor dureza”.
“El planeta no nos pertenece; somos sus huéspedes, no sus dueños”, declaró, recordando las palabras de la encíclica Laudato Si’, el influyente texto de Francisco sobre ecología integral.
Aunque aún no ha anunciado si redactará su propia encíclica ambiental, ha dejado entrever que el cambio climático ocupará un lugar central en su pontificado.
Analistas dentro del Vaticano sugieren que podría enfocarse en la intersección entre justicia climática y migración forzada, un tema que ha sido subestimado pero que León ha mencionado con frecuencia: “Cuando la tierra muere, sus pueblos huyen.”
León XIV asume el trono de San Pedro en un momento en que la Iglesia Católica experimenta profundas divisiones internas, pérdida de fieles en Europa y América del Norte, y un crecimiento desigual en el sur global.
Su elección no sólo refleja la complejidad de la Iglesia contemporánea, sino también los dilemas que enfrenta: ¿cómo mantenerse relevante sin diluir su mensaje? ¿Cómo acompañar sin imponer? ¿Cómo resistir sin rechazar?
El nuevo papa parece caminar sobre una delgada línea, buscando equilibrio entre tradición y apertura. Su pontificado apenas comienza, pero ya está claro que no será una simple continuación, ni una ruptura abrupta, sino una búsqueda constante entre el Evangelio y el mundo.
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