La tensión era palpable. A las afueras del Congreso capitalino, una multitud se dividía entre gritos de triunfo y protestas de indignación. Los muros del recinto legislativo temblaban ante la confrontación de dos mundos: los defensores de los derechos animales y los fieles seguidores de una tradición que, durante siglos, estuvo arraigada en el corazón de la cultura mexicana.
Este martes, el Congreso de la Ciudad de México aprobó una iniciativa histórica: las corridas de toros podrán continuar, pero sin violencia. La sangre dejará de ser el centro del espectáculo taurino.
El dictamen, que pasó con una contundente votación de 61 votos a favor y uno en contra, establece la eliminación del uso de picas, banderillas y espadas, así como la protección de los cuernos de los toros para evitar lesiones.
La medida, promovida por la alcaldesa Clara Brugada y respaldada por el partido Morena, busca conciliar el respeto por la vida animal con la conservación de los empleos que dependen de la industria taurina.
“No se trata de erradicar la tauromaquia, sino de transformarla. La Plaza de Toros de México debe evolucionar hacia un espacio de cultura, arte y espectáculo, sin sangre”, afirmó el congresista Víctor Hugo Romo de Vivar.
La decisión no llegó sin resistencia. A las afueras del Congreso, grupos de aficionados taurinos intentaron irrumpir en el recinto, enfrentándose a los cuerpos de seguridad. “¡No hay animal más respetado que el toro bravo!”, gritaban, alzando carteles que defendían la fiesta brava como un legado cultural intocable.
En el otro extremo, activistas en favor de los derechos de los animales celebraban con lágrimas en los ojos. “Hoy México está del lado correcto de la historia”, exclamó Adriana Buenrostro, representante de una organización animalista.
El debate sobre la tauromaquia en la Ciudad de México alcanzó su punto más álgido en mayo de 2022, cuando un juez ordenó la suspensión de las corridas en la capital.
La medida se mantuvo vigente durante 624 días, sumiendo a la industria taurina en una batalla legal contra los defensores de los derechos de los animales. En febrero de 2024, las corridas regresaron a la Plaza de Toros de México, pero con el inminente espectro de una regulación definitiva.
Un artículo publicado en The New York Times describió el regreso del espectáculo con un realismo crudo: “Durante las siguientes dos horas y media el domingo pasado, los fanáticos vitorearon y abuchearon, gritaron “olé”, fumaron puros, comieron carnes a la parrilla y papas fritas, bebieron cerveza y mezcal, y vieron morir a cinco toros con espadas clavadas en sus espinas”.
Una semana antes de la votación, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México anunció su propuesta para prohibir la violencia en las corridas, garantizando la protección de los toros y, al mismo tiempo, resguardando los empleos del sector. “La cultura evoluciona”, declaró Brugada. “Lo que ayer fue arte, hoy es crueldad.”
La iniciativa establece un modelo pionero en la tauromaquia mundial: las corridas seguirán existiendo, pero sin sufrimiento. Los toros no podrán ser lastimados, y al finalizar el espectáculo, regresarán vivos a sus ganaderías.
“El objetivo es convertir a la Ciudad de México en un referente, con un modelo de tauromaquia sin violencia”, explicó la mandataria.
La transición no será inmediata. El dictamen establece que la ley entrará en vigor en 210 días naturales, tiempo en el que el gobierno capitalino deberá diseñar las regulaciones que guiarán la nueva era de la tauromaquia en México.
La prohibición de la tauromaquia violenta en la Ciudad de México marca un punto de inflexión en Latinoamérica, donde el debate sobre la continuidad de esta práctica ha ido ganando terreno. En 2023, Colombia aprobó una reforma que prohíbe la tauromaquia en todo el país a partir de 2027.
En Ecuador, la matanza del toro dentro del ruedo está prohibida desde 2011. Bolivia y Brasil han vetado las corridas de toros en su totalidad. En México, estados como Sonora, Coahuila y Quintana Roo ya han erradicado por completo la práctica.
La Plaza de Toros de México, la más grande del mundo, mayor incluso que las de España, ahora enfrenta un futuro incierto. Desde 1529, cuando Hernán Cortés organizó la primera corrida en la Nueva España, la tauromaquia ha sido una constante en la historia del país.
Ahora, el debate sobre su continuidad no sólo está en las calles, sino también en el corazón de la identidad mexicana.
“Las tradiciones evolucionan”, dice Buenrostro, la activista animalista. “Hace dos siglos, el ser humano veía normal la esclavitud. Hoy, entendemos que el sufrimiento no puede ser un espectáculo.”
Marcos Rosas es jefe de la Oficina de El Ambientalista Post en México. Cubre eventos de Política y medio ambiente. Coordina trabajos de América Latina desde México. Más sobre Marcos Rosas.
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