Hasta la fecha, se han formado 30 tormentas tropicales, superando en seis el pronóstico más pesimista al inicio del año. Ante la escasez de nombres asignados, los meteorólogos tuvieron que recurrir al alfabeto griego a mediados de septiembre, superando el récord anterior de 28 tormentas nombradas en 2005. Una temporada típica solo produce 12 tormentas con nombre, lo que hace que 2020 sea más del doble del promedio.
Este incremento no es solo una anomalía; los científicos advierten que podría convertirse en la nueva normalidad debido al cambio climático. No solo se espera un aumento en el número de huracanes, sino también en su destructividad cuando toquen tierra.
Un equipo de científicos en Japón ha descubierto que el calentamiento global está causando que los huracanes tarden más en debilitarse una vez que tocan tierra, lo que les permite avanzar más hacia el interior y cubrir áreas más extensas, aumentando así su potencial destructivo.
El estudio, publicado recientemente, explica que los huracanes son alimentados por la humedad del océano, y una vez que tocan tierra, su intensidad normalmente disminuye rápidamente. Sin embargo, las temperaturas más cálidas del océano ralentizan este proceso, permitiendo que los huracanes mantengan su fuerza por más tiempo y causen más daños en tierra firme.
Durante el último medio siglo, la descomposición de los huracanes se ha desacelerado en proporción directa al aumento de la temperatura de la superficie del mar. En la década de 1960, un huracán típico perdía alrededor del 75% de su intensidad en el primer día después de tocar tierra. Hoy en día, esa pérdida es solo del 50%, según los científicos.
Este fenómeno tiene serias implicaciones para las comunidades tierra adentro a lo largo de las costas azotadas por huracanes, que hasta ahora se han librado de los peores estragos de las tormentas.
Sabemos que las zonas costeras deben prepararse para huracanes más intensos, pero las comunidades del interior, que pueden no tener el conocimiento o la infraestructura para hacer frente a vientos tan intensos o lluvias torrenciales, también deben estar preparadas, advirtió el profesor Pinaki Chakraborty, autor principal del estudio y director de la Unidad de Mecánica de Fluidos del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa en Japón.
Otros estudios ya han demostrado que el calentamiento de las temperaturas puede intensificar los huracanes, conocidos también como ciclones y tifones en diferentes regiones del mundo. Sin embargo, este nuevo estudio establece un vínculo claro entre un clima más cálido y la durabilidad de los huracanes en tierra.
El coautor del estudio, Lin Li, explicó: “Cuando graficamos los datos, pudimos ver claramente que el tiempo que tardaba un huracán en debilitarse aumentaba con los años. No era una línea recta, sino ondulada, y estos altibajos coincidían con los cambios en la temperatura de la superficie del mar”.
“Los huracanes son motores térmicos, similares a los motores de los automóviles. En los motores de los automóviles, el combustible se quema y esa energía térmica se convierte en trabajo mecánico. Para los huracanes, la humedad del océano es el ‘combustible’ que intensifica y sostiene su poder destructivo, con la energía térmica de la humedad convertida en vientos poderosos”, explicó Li.
Si no se frena el calentamiento global, los huracanes que tocan tierra seguirán debilitándose más lentamente, ampliando su capacidad de destrucción más allá de las zonas costeras y provocando mayores daños económicos y pérdida de vidas. “El cambio climático no solo está aumentando el número de huracanes, sino también su capacidad para causar estragos tierra adentro”, concluyó Chakraborty.
Este estudio subraya la necesidad urgente de que las comunidades del interior se preparen para enfrentar huracanes más intensos, asegurando que tengan el conocimiento y la infraestructura necesaria para mitigar los impactos devastadores de estas tormentas cada vez más poderosas.
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