La trágica realidad persiste: México, una vez más en el sombrío listado de los países más peligrosos para los defensores del medio ambiente. En una desgarradora noticia, nos llega la partida de Álvaro Arvizu Aguiñiga, incansable protector del agua en el Estado de México , quien perdió la vida ayer, víctima de las heridas sufridas durante un cobarde ataque el 13 de junio en las instalaciones del colectivo ambientalista Centro para la Sustentabilidad Incalli Ixcahuicopa (Centli) en Tlalmanalco. México, una nación donde el compromiso ambiental está amenazado y el precio a pagar es la vida de valientes defensores.
Un fatídico episodio teñido de misterio y violencia ha conmocionado a la nación. En un acto que desafía la cordura, un grupo de individuos enmascarados irrumpió en las instalaciones de la organización, dejando un rastro de terror y desolación. El objetivo de su ira fue el incansable defensor del agua, Álvaro Arvizu Aguiñiga, cuya vida se vio truncada en un instante.
Según un comunicado emitido por la unidad de Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), que respalda al Centro para la Sustentabilidad Incalli Ixcahuicopa (Centli), no solo atacaron a Arvizu, sino que también amenazaron e intimidaron a su esposa, compañera de trabajo, y a otro valiente colaborador. El eco de su valentía se desvanece en medio de la opresión y el temor.
“Durante su vida, Álvaro Arvizu Aguiñiga se dedicó a proteger el agua y el medio ambiente, colaborando incansablemente con numerosos activistas y organizaciones. Su invaluable labor merece nuestro reconocimiento”, declara con voz firme el comunicado emitido por el centro educativo, a la vez que exige justicia y protección para salvaguardar la seguridad de los defensores ambientales.
Sin embargo, la tragedia no se limita a un único lamento. El Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero (CDHZF) levanta la voz en un comunicado, denunciando que este espantoso suceso constituye la segunda muerte de un ambientalista en la región de los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl en tan solo unos días. Según su relato desgarrador, la noche anterior al ataque contra Arvizu, el 12 de junio, el investigador en agroecología y apicultura de la Universidad de Puebla, Cuauhtémoc Márquez Fernández, fue víctima de un atentado mortal en su propio hogar, ubicado en la Cañada del Agua, también en la localidad de Tlalmanalco.
La oscuridad se cierne sobre el panorama de los defensores del medio ambiente, una nube llena de interrogantes y peligros inminentes. El legado de valentía y sacrificio de estos héroes ambientales exige una respuesta enérgica de la justicia y la garantía inquebrantable de seguridad para aquellos que luchan por preservar nuestra tierra.
El panorama sombrío y trágico se cierne sobre México una vez más, revelando un peligro latente para aquellos valientes defensores de los derechos humanos. En especial, el Estado de México emerge como un bastión siniestro, uno de los lugares más temibles para llevar a cabo la labor de protección de los derechos fundamentales. Esta aterradora realidad es denunciada sin titubeos por el Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero (CDHZF), quien exige enérgicamente a las autoridades estatales y federales que se lleve a cabo una exhaustiva investigación y se castigue a los responsables.
El proyecto en el que Álvaro Arvizu trabajaba, según la página web del Centli, estaba respaldado por el programa de investigación Sierra Nevada de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Esta iniciativa también engloba la valiente labor de los “guardianes de los volcanes” y la Sociedad Cooperativa Estudios y Proyectos Sierra Nevada. Durante más de una década, esta organización ha impulsado incansablemente la promulgación de la nueva Ley General del Agua, una lucha que Arvizu defendió con pasión y compromiso.
Dentro del Centli, Álvaro Arvizu era reconocido por su dedicación en ofrecer cursos de compostaje y por sus programas de agroecología. En una entrevista realizada en 2012, dejó entrever su vasto conocimiento sobre el funcionamiento de un vivero para el cuidado y la mejora de árboles frutales. Su legado de sabiduría y acción medioambiental se desvaneció repentinamente, dejando un vacío irremplazable.
Desafortunadamente, México se ha elevado en los escalafones de los asesinatos de ambientalistas a nivel mundial en la última década. El año 2021 lo consagró como el país más mortal para los defensores del medio ambiente, con 54 vidas perdidas, según el reporte de Global Witness. Estas cifras alarmantes evidencian la impunidad que envuelve a estos crímenes, ya que más del 94 % de los delitos no son denunciados y únicamente el 0,9 % llega a ser resuelto. En 2022, el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) documentó, al menos, 24 asesinatos de ambientalistas que dieron su vida en la defensa de la tierra y sus recursos.
En medio de esta tragedia nacional, surge una pregunta urgente y acuciante: ¿Hasta cuándo se permitirá que la violencia cobre la vida de aquellos que alzan su voz en defensa de nuestro planeta? El clamor por justicia y la protección inmediata de los ambientalistas resuena con fuerza en todo México. Cada vida perdida es un recordatorio doloroso de la urgente necesidad de un cambio profundo y duradero. Nuestra tierra, nuestra gente y nuestro futuro dependen de ello.
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