Era temprano cuando los disparos rompieron el silencio en Amilcingo, un pequeño pueblo enclavado en el corazón de Morelos. Samir Flores Soberanes, maestro, campesino y activista, cayó frente a su casa con cuatro balas en el cuerpo. Horas después, su muerte se confirmaba en un hospital cercano.

Nacido y criado en Amilcingo, Samir era un defensor incansable de la tierra y los derechos de los pueblos originarios. Fundador de la radio comunitaria Amiltzinko 100.7 FM, denunciaba en sus programas los efectos del PIM y las irregularidades en su implementación. Su resistencia lo llevó a enfrentar a funcionarios y empresarios, alertando sobre el daño ecológico y social que traería el proyecto.

Días antes de su asesinato, Samir asistió a una asamblea donde cuestionó abiertamente a representantes del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Su intervención fue directa, sin concesiones. Horas después, su cuerpo yacía en el suelo, en un crimen que hasta la fecha sigue impune.

El caso de Samir se sumó a la larga lista de activistas ambientales asesinados en México, uno de los países más peligrosos para la defensa del territorio. A pesar de promesas de justicia, las investigaciones se han visto plagadas de irregularidades y omisiones. Las autoridades sugirieron que el crimen pudo haber estado relacionado con el crimen organizado, una hipótesis que la familia y sus compañeros de lucha rechazan categóricamente.

“Samir no tenía enemigos, su único pecado fue hablar, denunciar”, dice Jorge Velázquez, activista y amigo cercano. “Quisieron callarlo, pero su voz sigue viva en cada protesta, en cada marcha”.

A cinco años de su asesinato, el nombre de Samir sigue resonando en comunidades indígenas y colectivos ambientalistas. Su rostro aparece en murales, sus palabras se graban en canciones de protesta y su causa sigue siendo bandera de quienes defienden el territorio. Cada 20 de febrero, en Amilcingo y en otras partes de México, su memoria se honra con marchas, foros y asambleas.

El PIM sigue en marcha, pero la resistencia no se ha apagado. “Samir nos enseñó que defender la tierra es defender la vida”, dice Guadalupe Hernández, integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua. “No lo olvidamos. No lo perdonamos”.

Samir Flores Soberanes murió por decir la verdad. Pero su eco, lejos de apagarse, sigue creciendo.


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